Durante su edificación, destacados maestros y artistas dejaron su huella en esta obra monumental. Hernán Ruiz el Viejo y Hernán Ruiz el Mozo, reconocidos arquitectos del Renacimiento español, contribuyeron con su genialidad al diseño y dirección de las obras. Andrés Casquero, maestro tallador, y Domingo Hernández, cantero, también aportaron su destreza en la construcción de esta joya arquitectónica.
La catedral, declarada Monumento Nacional en 1981, presenta una fascinante mezcla de estilos arquitectónicos. Desde el gótico hasta el barroco, cada rincón del templo exhibe una riqueza artística única. Su orientación norte-sur y su imponente estructura de tres naves, con diez pilares romanizantes que sostienen los arcos formeros y el coro, revelan la maestría de sus constructores.
La torre de la catedral es un ejemplo de la evolución arquitectónica a lo largo de los siglos. Construida en diferentes etapas y estilos, su capitel y remate, obra de Pedro Antonio Muñoz y Andrés Muñoz respectivamente, son una muestra de la excelencia técnica y estética de la época.
La portada principal, de estilo romano y plateresco, y la segunda portada de estilo ojival en la base de la torre, son verdaderas obras de arte que cautivan a quienes las contemplan. En el interior, el techo mudéjar de la nave central y el techo ojival del presbiterio, decorado con pintura barroca, deslumbran por su belleza y esplendor.
Aunque la catedral sufrió daños durante la Guerra Civil Española, su restauración posterior devolvió su esplendor original. El retablo neogótico de la Virgen del Rosario, obra del artesano local Joaquín Sánchez, y otros elementos decorativos, testimonian el esfuerzo por preservar su legado histórico y artístico.
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