En los confines del conocimiento de la vida de las urbes son sus habitantes más destacados: los árboles. Su longevidad los convierte en testigos de los acontecimientos ambientales, culturales e históricos; su diversidad puede identificar con mucha precisión cada uno de loas etapas a los que han sido sometidos; su fortaleza para sobrevivir en multitud de condiciones, en definitiva, los hace ser guardianes de la vida de la ciudad.
Desde el XIX, al termino del siglo XX y los primeros del siglo XXI, han sido interesantes desde el punto de vista de la producción literaria a propósito de las especies y los espacios que, más o menos en el entorno inmediato a nuestras ciudades, ocupan las llamadas antaño alamedas y luego parques y siempre jardines. Siendo Córdoba un ejemplo de esa producción, en numerosos literatos.